Enloqueció.
Ejercitó su derecho a ser libre. Libremente eligió. No creyó en las posibles consecuencias oscuras de un acto libre. Ni sospechó, tan siquiera, que un acto voluntario podría ser atrapado por sombras oscuras, opacas y frías como el agua del cántaro que dio de beber a su familia. No barajó consecuencias turbias de un acto amoroso.
Enloqueció.
Ni la literatura, ni el arte, ni la pintura, ni la fotografía, ni la música, ni el teatro. Ni los hijos. Ni siquiera los hijos. Los hijos que todo lo tapan. Los hijos que todo lo curan. Los hijos que tanto encandilan.
Dejó de interesarle todo lo que le movió en la vida. Todo el conocimiento que la formó.
Enloqueció.
Y la curiosidad innata, motor de su aprendizaje, siempre ávido, se transformó. La curiosidad del conocer, víctima de la artosis psíquica, se retorció.
Y ahora sólo limpia, limpia y limpia, con la misma fruición de quién frota con ahínco una mancha pertinaz en una prenda querida. Como si con ello pudiera eliminar del pasado libertad, actos voluntarios y actos amorosos.
Carmen K. Salmerón.
Comentarios a Fotos
miércoles, 6 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
No limpies tanto, Carmen, que luego todo vuelve a mancharse
Sabio consejo a esas Cármenes del mundo. Lo único que ocurre es que esto es literatura. Literatura firmada por Carmen K. Salmerón.
Ah, que se me olvidó preguntarte ayer si habías visto la foto correspondiente al texto escrito por Carmen K. Salmerón. Me temo que hay que verla.
Publicar un comentario